Santiago Risso
Jimmy Marroquín
Renato Salas,
John López,
Rudy Pacheco y
Gloria Ramos
Y el viernes 20 de abril en el Yakana bar se reunieron los poetas Santiago Risso (poeta, narrador, promotor cultural, antólogo, periodista cultural, etc. con varios libros publicados), Jimmy Marroquín, Renato Salas, John López (joven poeta y promotor cultural), Rudy Pacheco y Gloria Ramos reunidos por el amigo Willy Gómez (archiconocido en estas lides), para leer sus poemas a un numeroso grupo de amantes de la poesía y las letras en general. Se llenó el local, ojo Loco.
en plena lectura de poemas. Gimmy Marroquín, Renato Salas, Johnn López, Rudy Pacheco y Santiago Risso.
Gloria Ramos también hizo lo suyo
aquí les dejamos poemas de algunos de los amigos mencionados
HOSPITAL
Por: Santiago Risso (*)
Zurita:
El mar del Callao está picado.
Las olas revuelven incontenibles garfios,
bateas, escafandras
y demás pecados mortales.
El tono muscular del paraíso
es gris vespertino
lejos, lejos, lejos
“Lejos, -no son- esas perdidas cordilleras de Chile”.
Zurita:
Ayer visité Vigil, y toda luz de esperanza
se hizo añicos. Un centro de rehabilitación.
Niños, ancianos, niños, ancianos. Todos
-los que podían-
con las manos juntitas en pos de esperanza.
Y zas, me estrello contra el piso de lo imposible.
No puedo escribir arañando el dolor.
Cómodo frente a la pantalla –también gris- del computador.
Lo que pasa en mi puerto, esta ciudad de bisagras
y puertas que rechinan, no es más que dolor. Inmenso
como la proa de un mar inverosímil
en su abrazo mortal. Perú, perú, al Norte de
tu país. Todas las naciones son nombres comunes.
Pues las mismas montañas de Chile avanzando
se detienen en un Perú de abismos incontenibles.
Zurita:
Ayer visité Vigil. Y luego me vanaglorié con tus palabras
hacia mi Prosa de Nueva York. Y ahora –de seguro- repetiré,
reptaré el plato de la miseria esperando palabras
tuyas, laudatorias, a este poema que escribo
con gran incontinencia azul.
El paraíso es una chuita de patas naranjas
con alas mutiladas en el horizonte sempiterno.
Zurita, poeta:
Lloré ayer una sangre que no es mía.
El dolor, la pesadumbre de encontrarme poeta
en un puerto perdido. Aquel puerto del Callao
baña las aguas de Valparaíso. Y todo es lo mismo.
Palabras como Hartazgo, Ardor, Injusticia
son ambulantes en las calles saturadas
de pútrida brisa marinera.
Cómo no agarrar un poema.
Leerlo a todo pulmón
y resolver el mundo en una caricia.
Pero la poesía no sirve para nada.
Un poeta y su puta caminan extraviados
en las calles del puerto como si fuese
Nueva York. Ése es otro poema.
-Aquí están extraviados-
Aquí el puerto existe en el maretazo
de unos ojazos que calzan la omisión de la felicidad.
Zurita, hermano:
Ayer visité Vigil. No hice shoping. No hice luz
a las buenas costumbres de jironear. Agarré un periódico roído
y al abanicarme, en el frío, congelé el vuelo de dos mariposas
que visitaban el Hospital. Intenté cegarme, amoníaco por aquí,
por allá. Ya tú lo habías hecho. No era necesario redimir al mundo.
Era imprescindible Zurita. Cambiar de una vez.
Escupir en la cara a quien te jode, a quien jode al mundo
con el abrazo de los puñales circenses de la fanfarria.
Zurita, Raúl:
Te guardo en este poema como un revólver
con el gatillo de la esperanza en la poesía.
No todo se ha perdido Zurita. Aún es sostenible
la perfección del abrazo sincero. Caen máscaras
de hielo y las bisagras explosionan. Sonidos abundan
en los puertos, el mar da coletazos a todo movimiento
imperceptible. Ayer, como te dije, Zurita, visité Vigil.
“Qué tanta vaina Risso, ya cuéntame de una vez”, observó
con la mejilla bronceada Zurita. Y yo quedé solo
en el pabellón.
Z:
Ayer visité Vigil. Un telegrama, un email, una palabra.
Tan sólo una letra. La última, por favor:
Imploro a la poesía que de una vez resuelva el dolor.
Lágrimas de Dios en barlovento
se alzan en vuelo, remontando pasos perdidos, ajenos.
De una buena vez Zurita, te diré sin balbucear,
directo, como una cachetada a tu mejilla incendiada.
K.O. a tus palabras poeta. No hay ninguna posibilidad:
Zurita:
En el Callao las bisagras no avanzan.
No hay puertas que se abran. Es gran mentira todo.
Ayer visité Vigil, y vi niños, bebes,
como mi Pierpaolo o mi Gianfranco,
hijitos míos de mi corazón,
un tipito con la testa de sueños infantiles hasta la frente.
Y arriba, la cabeza en diagonal,
como escapando de un mundo injusto.
Otro tipito, bebé viejo, no Lao Tsé,
sino en Vigil. Aquel Hospital
de “Rehabilitación” donde amé más a mi esposa.
Paola lloró frente a un periódico mural.
No comprendí ese dolor hasta ahora Zurita.
Ya no prendas fuego a tu rostro.
Este “poema” no vale nada
al escuchar el pasillo de los quemados.
Al enterarme, Zurita, que un niño,
con la ternura y la belleza de mis hijos,
señala travieso con muñones
a la fogata que hace aDiós
a sus manitas.
No tengo perdón Zurita.
He escrito este poema
y te lo enviaré por email
con mis dedos talqueados
de eXtrema finura.
(*) Santiago Risso, el autor de este sentido poema inédito inspirado en el Hospital de Rehabilitación que está en la calle Vigil, del Callao, es, además de reconocido poeta, promotor cultural, Cónsul de Poetas del Mundo por el Callao, ex Subgerente de Cultura y Turismo de la Municipalidad del Callao, autor de varios libros, entre ellos: Transmutaciones (Fondo Editorial de la Biblioteca Nacional del Perú, 2000), Frontera al Castillo del Sol / El Callao en sus calles, plazas, iglesias e instituciones (MPC, 2003), Reino de la vida (Universidad Autónoma de Querétaro, México, 2006).
1 comment:
Well said.
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